jueves, 28 de abril de 2011

Una dimensión dentro de la realidad, que no puedo tocar.




Te puedo amar un segundo, un minuto, una noche, todo un día, un par de horas, te puedo amar una eternidad; pero no te puedo entregar mi vida, porque de ser así quedaría vacía. Es lo único que me pertenece, es mía.
Pero creo, que podría compartirte mi vida, y que sea nuestra vida; pero no, no puedo.
Tu vida es tuya y mi vida es mía; podemos hacer que vayan juntas, si lo deseamos; pero no la podemos entregar.
Puedo darte un mundo hermoso o  lo que para mí es hermoso, pero no te puedo prometer que no haya tormentas o que la hermosura desaparezca; porque todo el tiempo estamos cambiando.
Llama mi atención ver como las personas se endurecen con en pasar del tiempo. Lo que provocan acontecimientos en la personalidad de una persona. Mujeres que ya no creen en el amor, porque su corazón se rompió y nunca más lo pudieron reparar, la frialdad en sus ojos al hablar del “amor”.
Otros tiene la confianza quebrada, ya no dejan o mejor dicho, ya no se permiten volver a confiar en otra persona; quizás por miedo, quizás por rencor del pasado; no lo sé, pero lo que sí sé, porque lo veo, es que no vuelven abrir las puertas de su alma.
El tiempo lo puede curar todo o lo puede empeorar. Por más tiempo que pase, si una herida nunca termino de cerrar, lo que sucede, es que sigue sangrando; la mente sigue dando vueltas sobre el tema, provocando que te desangres.
Aprovechar el tiempo, para cerrar esas heridas, para que cicatricen de una vez y que solo se conviertan en una marca, la cual el día de mañana la tengas como un recordatorio de lo que viviste, de lo que pudiste salir.
Daiana Pesce

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